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MAR DE DRAKE (Reuters, Por Gabriela Donoso).-
Los hielos eternos del continente antártico parecen inmutables en la imponente
blancura que refleja la luz del sol en los largos días del verano austral.
Sin embargo, el casco polar se está adelgazando y una enorme península
del continente blanco podría despegarse de él.
La zona, conocida como
Tierra de O'Higgins, es una extensión triangular del continente y es parte
de los 1,25 millones de kilómetros cuadrados de territorio chileno antártico,
uno de los lugares menos hostiles para la vida en el extremo sur del mundo
y el sitio más cercano a una ciudad en el continente americano.
"Los estudios indican que el adelgazamiento en las capas de hielo es un
fenómeno que se registra muy nítidamente en la parte occidental de la
Antártida, pero que es parte del mismo fenómeno de derretimiento de los
glaciares que se ve en la Patagonia chilena y argentina," dijo el científico
Claudio Teitelboim.
"Esto es de características inconmensurables y podría derivar en un futuro
no muy lejano en el desprendimiento de la península antártica que se convertiría
en un enorme archipiélago," agregó en una entrevista a bordo de un buque
de la Armada chilena.
Hielos vírgenes
Teitelboim es el líder de una investigación pionera realizada en conjunto
con la agencia espacial de Estados Unidos, la NASA, durante el año pasado.
Los científicos ya habían logrado avances notables en el seguimiento de
glaciares en los llamados "Campos de Hielo" chileno y argentino, que fueron
publicados en octubre por la prominente revista Science.
Pero la prospección del territorio antártico chileno, que se repetirá
en la primavera austral del 2004, tiene características épicas ya que
se exploró desde el aire una zona a la que jamás había accedido el instrumental
científico humano.
"Lo que hicimos fue recorrer una zona muy remota, lejos de los sitios
donde se encuentran las bases de investigación, a bordo de un avión de
la marina que nos entregaba 12 horas de autonomía de vuelo," explicó el
glaciólogo, Ginno Casassa.
Sin posibilidad de aterrizajes de emergencia, el equipo abordaba el avión
en la ciudad de Punta Arenas, en el extremo sur de América, y se adentraba
durante cinco horas de vuelo en la Atártida, continente de unos 14 millones
de kilómetros cuadrados de extensión.
Luego realizaba un riesgoso sobrevuelo de dos horas a baja altura, unos
500 metros sobre el hielo, durante el cual un sensor láser de la NASA
medía la profundidad del mar y el grosor del hielo con un margen de error
de sólo 25 centímetros. Las capas tenían de 2.000 a 4.200 metros de espesor.
Las pesquisas no podían ser más largas porque el avión requería de cinco
horas para regresar a tierra firme y no podía aterrizar en el aeródromo
de las bases militares antárticas por su tamaño.
"Las mediciones confirmaron los cambios que muchas investigaciones ya
habían mencionado sobre el derretimiento glaciar. Pero la gran diferencia
es que indican que son de una magnitud mucho mayor a la prevista," dijo
Casassa.
"Existe una gran inestabilidad en la zona que, a nuestro juicio, no tendría
fin," añadió.
La investigación, que aún no concluye y que demandó un millón de dólares
en su primera etapa, no logró descifrar si la causa del derretimiento
es el calentamiento global por el llamado "efecto invernadero" de los
gases contaminantes en la atmósfera o si se trata de un ciclo que ha ocurrido
siempre en esa zona.
"Lo cierto es que, sin ser catastrofistas, hay que tomar en cuenta que
esto ocurre más rápido de lo que habían anticipado otros modelos de investigación
y que podría, a la larga, aunque se trate de un proceso natural, implicar
un alza de varios metros en en el nivel de las aguas en el mundo," dijo
Telteimboin.
El continente antártico posee un 90 por ciento de las reservas de agua
dulce del mundo, equivalente a unos 30 millones de kilómetros cúbicos
y es, por antonomasia, un regulador natural del clima. Las prospecciones
de la zona son sólo la punta de un gigantesco iceberg que parece imposible
de abordar.
"Cualquier cambio que aquí ocurra nos afecta y es por eso que requerimos
con urgencia mayor investigación," comentó Eric Goles, presidente de la
Comisión Nacional de Ciencia y Tecnología del gobierno chileno. "El costo
logístico de investigar en la Antártica es enorme."
En el inexplorado continente blanco comparten soberanía 26 países que
tienen bases militares y científicas. Uno de los asentamientos más importantes
es el chileno, que en la península antártica es habitado por 20 familias
y cuenta con un hospital, bancos estatales y privados, correo, escuela
y una plaza.
Pese a los esfuerzos del gobierno chileno por mantener población en esa
zona estratégica, subsidiando todos los requerimientos de los habitantes,
el panorama no es alentador.
Hielo, barro y témpanos se divisan durante el verano junto a algunas criaturas
en época de apareamiento y sólo hielo en el invierno, cuando la noche
dura casi 24 horas y los contenedores que están adecuados como casas quedan
cubiertos por la nieve.
Lo único que quiebra el paisaje son las cúpulas de una iglesia ortodoxa
de madera que fue traída pedazo a pedazo por los habitantes de la base
rusa e instalada luego sobre un monte blanco.
"Es así, la vida aquí no es alegre, pero la investigación amerita nuestra
presencia," dijo Enrique Cordaro, director de un equipo de científicos
de la Universidad de Chile, cuyo laboratorio no es más que otro contenedor
emplazado en un cerro a orillas del "Mar de Drake" que baña la solitaria
península.
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