Inmunes a las mordidas
El fondo del mar no parece ser un
lugar muy seguro para un pequeño pez. Se asemeja más a un lugar lleno
de trampas donde todos sus habitantes tienen un apetito continuo e
incontrolable.
Sin embargo esto no parece
importarle al pez cofre que se pasea despreocupadamente por el arrecife
impulsado por sus débiles aletas caudal y pectoral que lo dotan de una velocidad
casi ridícula para el medio en el que vive. Su boca, más que un arma
defensiva parece la emisora de un beso permanente. Llevado por su gran
curiosidad, suele acercarse a los submarinistas permaneciendo a poca distancia
de éstos.
El secreto de tanta tranquilidad
se basa en un sistema defensivo realmente eficiente. Los peces cofre están
recubiertos por un esqueleto en forma de coraza, una especie de carrocería ósea
sobre la cual se posa la piel. Esta coraza sólo posee unos pequeños
agujeros que permiten el paso de los ojos, boca y aletas. Además sus fuertes
colores fanéricos se asemejan a un cartel luminoso que dice "no intenten
comerme, soy venenoso". De hecho la toxicidad de su carne lo mantiene alejado
del círculo de "amigos" de los más salvajes predadores, incluido el
hombre.
Cuando llega la noche, cansado de
tanto pasear por el arrecife simplemente se apoya en el fondo para dormir. Su
sueño es tan profundo que un buzo que esté realizando una visita nocturna al
fondo del mar puede tomarlo en sus manos durante varios segundos sin que
despierte. Un motivo más que justifica una visita al fondo del mar.
Tito Rodriguez
Director
Instituto Argentino de
Buceo
"No se
puede defender lo que no se ama y no se puede amar lo que no se
conoce"
Además es una
hermosa forma de comenzar una semana de trabajo, ¡ Que sea buena !
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